Remolques para Veleros
Remolques para Veleros
Catálogo de Remolque para velero
Elegir bien es proteger tu barco
Transportar un velero exige algo más que un remolque “que encaje”. Al comprar un remolque para velera te juegas estabilidad, corrosión, frenadas largas y normativas que deben cumplirse. El objetivo es que el barco viaje firme, que la maniobra en rampa sea predecible y que todo esté en regla.
Qué incluye nuestros remolques para velero
Estos remolques están pensados para cascos con quilla. Chasis galvanizados preparados para ambiente marino, apoyos regulables y sistemas que reparten el peso donde debe. Muchos modelos actuales incorporan fabricación por corte láser en tubo y chapa, con tolerancias muy ajustadas. Las piezas que encajan a la décima y estructuras más “cuadradas”, algo que se nota cuando el conjunto rueda recto y no “serpentea”.
Encontrarás configuraciones con uno o varios ejes, freno en las versiones de mayor MMA, instalación eléctrica integrada en el propio chasis y barras de luces desmontables para no golpearlas en la rampa. Los modelos de gama más cuidada incorporan iluminación LED estanca y cableado protegido, lo que reduce averías con el salitre.
Como escoger el mejor remolque para tu Velero
Empieza por la MMA. Calcula el peso real del velero, suma equipo y deja margen. Añade longitud útil y posibilidad de ajustar los apoyos: kim/quilla regulables en altura, longitud y anchura evitan presiones donde no deben. Mejor galvanizado en caliente, rodamientos de calidad y cabrestante fiable. Y revisa siempre el reparto de carga sobre el enganche: si el morro queda demasiado ligero, el conjunto oscila.
Compatibilidad con vehículo y enganche
Mira la capacidad de arrastre de tu coche en su ficha técnica. Si el remolque la supera, no sirve. Verifica bola, enchufe de 13 pines (común en remolques de barco) y que el remolque circule nivelado. Un conjunto torcido castiga neumáticos y frenos.
Seguridad y mantenimiento básico
Tras cada uso en mar, aclarado con agua dulce. Revisa cinchas, cabrestante, neumáticos y rodamientos. En remolques con freno de inercia, mantenimiento al día. Los apoyos regulables y la luz extraíble ayudan, pero si no hay revisiones periódicas, el riesgo vuelve.
Errores frecuentes y cómo evitarlos
Otro fallo habitual es dar por hecho que “si entra en el remolque, vale”. No. El casco debe quedar centrado y alineado con el eje del remolque. Cuando el velero queda desplazado unos centímetros a un lado, el conjunto trabaja torcido, los neumáticos se calientan más de la cuenta y la estabilidad se resiente en autopista.
Muchos usuarios tampoco revisan el par de apriete de las llantas después de varias bajadas a rampa. El agua, la sal y los cambios de temperatura aflojan tornillos. Un repaso periódico con la llave adecuada evita sustos.
Otro clásico es usar cinchas que “ya aguantaron el verano pasado”. Con el sol y el salitre pierden resistencia. Si al tensar crujen o muestran hilos sueltos, se sustituyen. Y nunca se cruzan por encima de la jarcia o elementos punzantes cortan sin avisar.
Hay quien confía el cabrestante a la buena voluntad. Mala idea. El cable o la cinta deben estar en buen estado, sin pliegues ni óxido, y el trinquete tiene que bloquear con firmeza. Si el velero se desplaza medio metro en una frenada, el daño es serio.
Por último, el “ya está bien así” al salir de la rampa. El remolque cambia de ángulo, la carga se mueve y lo que parecía firme deja de estarlo. Una revisión rápida en seco —cinchas, luces, enchufe y recorrido visual— ahorra multas y disgustos.
Casos de uso recomendados
Quien usa el velero de forma esporádica y recorre distancias cortas agradecerá un remolque sencillo, fácil de guardar y con apoyos que se ajustan rápido. Menos peso, maniobras más simples y mantenimiento asumible.
Si el barco duerme en casa y cada temporada hay viajes largos por carretera, conviene buscar chasis más estables, ejes dimensionados con margen y un sistema de apoyo que permita pequeños ajustes según el trimado del casco. El objetivo es viajar muchas horas sin fatigar el conjunto.
Para quienes operan en rampas estrechas o con pendiente, un remolque con barra de luces desmontable y rodillos bien colocados simplifica la botadura. Menos golpes, menos prisas y menos estrés.
En entornos muy salinos —puertos, explanadas junto al mar— compensa invertir en detalles que no se ven a primera vista: tornillería protegida, instalación eléctrica bien sellada y componentes pensados para mojarse y seguir funcionando.
Y si el velero cambia de equipamiento con frecuencia (lastres, velas, material extra), es preferible optar por un modelo que admita configuraciones de apoyo más amplias. Esa capacidad de ajuste evita estar “peleando” cada vez que sube o baja del remolque.

